Menuda semanita llevo. Una gastroenteritis de caballo ha
visitado mi preciado cuerpo y no ha dejado títere con cabeza. Una visita al
ambulatorio y dos de urgencia al hospital, una de ellas casi de madrugada.
Parece que la cosa va remitiendo, por suerte. Con todo este conflicto interno
apenas he podido hacer nada y menos salir de casa. Una de las cosas que más he echado
de menos es ir a nadar a la piscina, pero mañana por la mañana, me acerco
temprano. Quería ir a medio día pero tengo una comida familiar.
Y es que esto de estar enfermo y vivir solo es un poco lata
y más cuando la familia está lejos, que no puedes reclamar su atención en estos
casos. Amistades aquí tengo pocas, solo un amigo que vive a dos calles pero
tampoco es plan de hacerle venir cada día. A joderse toca.
Aprovechando estos de días de reclusión he aprovechado para
reorganizar también mi entorno social y prescindir de todas aquellas personas
que en el fondo no acabaron de demostrar lo que demostraban ser. Y eso no sin
contar una experiencia que tuve hace poco con un una persona que me dejó de
piedra por un simple mal entendido. Si es que, a pesar de que la gente cumpla
años y más años, de cabeza siguen
teniendo 20 la gran mayoría.
Últimamente he dejado por el camino a muchas personas y
amistades. La selección es dura, pero nunca
pensé que llegase a serlo tanto con algunas personas que realmente
consideraba aliadas. Me he llevado una gran desilusión. Y con esto llega uno a
la conclusión que los amigos que perduran en el tiempo, esos que aun estando a
1000 km de distancia y nos veamos solo una vez al año, son los reales. Me gustaría
tenerlos mucho más cerca de lo que les tengo, pero aun así, me conformo. No
tengo un entorno social muy dinámico en la ciudad donde vivo, más bien estoy
bastante aislado. Empezar un poco de cero y ubicarse de nuevo puede ser algo difícil.
Siempre está la ilusión del trabajo y la mejora continua, sin ella estariamos acabados.
Siempre está la ilusión del trabajo y la mejora continua, sin ella estariamos acabados.